El bosque

Situado en las inmediaciones de París, apenas 60 kilómetros al sur de la capital francesa, entre Brie y el Gâtinais, el antiguo bosque de Bière se conoce como «bosque de Fontainebleau» desde el siglo XVII. Las superficies forestales en torno a Fontainebleau constan principalmente de dos bosques nacionales: Trois Pignons y Fontainebleau, con poblaciones de coníferas y árboles de hoja caduca.

Mientras que el bosque de Fontainebleau fue un real sitio desde el siglo X, Trois Pignons fue un bosque privado hasta que el estado francés lo compró en 1983, con lo que la extensión total del bosque de propiedad estatal pasó a ser de 22.000 hectáreas. Ahora lo bordean tres ríos (el Sena al este, el École al oeste y el Loing al sur) y la mayoría de su superficie (19.200 hectáreas) queda en el departamento de Seine-et-Marne. Otra parte de la masa forestal, de 800 hectáreas y situada al oeste, en el bosque de Trois Pignons, queda en el departamento de Essonne.

Se trata del segundo bosque nacional más grande de Francia y queda concentrado principalmente en el municipio de Fontainebleau. De hecho, Fontainebleau cuenta con la masa forestal de mayor extensión de la región de Île-de-France y presume de que más del 98 % de su territorio lo ocupan dos grandes atracciones del patrimonio histórico francés: el Palacio de Fontainebleau y el propio bosque nacional de Fontainebleau. Una serie de importantes actuaciones urbanísticas y de infraestructuras a nivel regional han afectado al bosque, que ahora se ve cruzado y fragmentado por numerosas vías de comunicaciones, como las carreteras nacionales N6 y N7, la autovía A6, las líneas de ferrocarril París-Lyon y diversas líneas de alta tensión.

Un poco de Historia
Un poco de Historia

El bosque de Fontainebleau, antiguamente reservado al uso y disfrute de la familia real, es conocido desde tiempos inmemoriales por la caza y la producción de madera para leña y construcción de castillos, catedrales y navíos.

En épocas pasadas, era una finca muy apreciada por los reyes, que acudieron aquí desde el siglo X a cazar ciervos y aves. El tiro se practicó desde la época de Luis XIV. La mayoría de los soberanos desde el siglo X hasta Napoleón III pasaron temporadas en Fontainebleau, sobre todo por su amor a la caza. Fontainebleau fue un destino popular por sus amplias masas forestales, la abundancia de presas y, sobre todo, su proximidad a París. La caza era un auténtico pasatiempo real, ya que los reyes la consideraban un estupendo entrenamiento para la guerra.

Fontainebleau fue un destino popular por sus amplias masas forestales, la abundancia de presas y, sobre todo, su proximidad a París. La caza era un auténtico pasatiempo real, ya que los reyes la consideraban un estupendo entrenamiento para la guerra. También fue el motivo original por el que se construyó el Palacio de Fontainebleau y por el que posteriormente este último se amplió poco a poco hasta incluir el bosque, que, en la época, ocupaba unas 8000 hectáreas (menos de la mitad de la superficie actual). La caza siempre ha tenido una gran influencia en la administración del bosque y sus instalaciones. El cruce de caminos con forma de estrella, los senderos, la Faisanderie (faisanería) y el Grand Parquet son testigos del glorioso pasado de la caza en el bosque.

Históricamente, el principal valor del bosque hasta el siglo XIX fue económico, ya que muchas personas tenían en él su medio de vida (madera, pastos y canteras de arenisca y sílice).

Los claros tenían numerosos usos :

  • Pastos para animales.
  • De las explotaciones de arenisca a gran escala salieron, desde principios del siglo XIX, 3 millones de adoquines con los que se pavimentaron las calles de París.
  • Las arenas, sumamente finas y puras y con un alto contenido de sílice, se utilizaron en los mejores cristales artísticos (Murano y Baccarat) y fueron muy apreciadas para la fabricación de instrumentos ópticos avanzados.

El bosque siempre ha sido un importante recurso para la producción de madera. El roble de Fontainebleau siempre ha tenido gran fama por sus características técnicas y es muy apreciado como materia prima de los barriles para la crianza de los más prestigiosos vinos.

Un entorno natural impresionante que debe protegerse a toda costa
Un entorno natural impresionante que debe protegerse a toda costa

El bosque de Fontainebleau es un entorno con un impresionante patrimonio natural y viviente. Ofrece un mosaico de paisajes y ecosistemas forestales que son resultado de su vegetación (páramos y bosque maderero), su relieve (colinas, valles y desfiladeros), su clima (con influencias atlánticas, continentales e incluso mediterráneas) y su geología (desde las finísimas arenas a la piedra arenisca y la caliza de las mesetas).

Es un auténtico cruce de caminos biogeográfico que incluye biotopos excepcionales. Como resultado de estas circunstancias ecológicas únicas, abundan la flora y la fauna.

A partir del siglo XVIII, esta reserva biológica atrajo a reputados naturalistas como Tournefort, Jussieu y Linneo. Además, en 1948, tras una conferencia de la UNESCO celebrada en Fontainebleau, se creó la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

El bosque y los artistas
El bosque y los artistas

Desde mediados del siglo XIX, pintores, escritores, cineastas y fotógrafos se enamoraron del bosque de Fontainebleau y le dieron fama.

Los paisajes de arenisca con evocadoras formas que recuerdan a elefantes, tortugas, perros y otros animales dan paso a grandes peñascos, desiertos de arena, mesetas, desfiladeros, páramos y grandes masas de coníferas o árboles de hoja caduca. Todo ello ha atraído a numerosos artistas desde el siglo XIX. Este uso de Fontainebleau como tema artístico y lugar turístico y de ocio no ha dejado de crecer en popularidad, hasta el punto de que la zona se ha transformado en un lugar de recreo, inspiración y relajación.

Inspirados por su extraordinario patrimonio natural, los pintores paisajísticos se mudaron a Barbizon y montaron sus caballetes en el bosque. Llegaron, uno tras otro, Corot, Millet, Rousseau y muchos otros, a los que se unieron pioneros de la fotografía como Le Gray, Cuvelier y Balagny en busca de un estudio en plena naturaleza. Todo ello, sin olvidar a poetas y escritores encuadrados en movimientos como el naturalismo o el Romanticismo (Senancour, Sand, Musset, Flaubert, Hugo, Stevenson y otros), que fueron los primeros en descubrir la zona y se afanaron por proclamar su elegancia y grandiosidad.

En 1861, un grupo de escritores. senderistas y pintores de Barbizon cuyo espíritu estaba en sintonía con las tesis del Romanticismo, por entonces muy en boga, lograron crear una Reserva Artística de más de 1000 hectáreas. Fue así como, antes de crearse el primer parque natural de la Historia (Yellowstone, en EE. UU.), el bosque de Fontainebleau se convirtió en la primera área de conservación natural de todo el mundo.

También en este periodo, la por entonces aún joven industria cinematográfica empezó a abandonar los platós y estudios en favor de entornos más naturales, y en muchos casos los encontraron en Fontainebleau. Desde entonces, la industria del cine ha utilizado el bosque con frecuencia (en películas como Cyrano de Bergerac, El pacto de los lobos, Astérix y Obélix: Misión Cleopatra, etc.) y se ha inspirado tanto en el propio entorno como en los escritores y artistas que hicieron de él su casa.

Cuna de numerosas actividades al aire libre
Cuna de numerosas actividades al aire libre

Posteriormente, ocuparon el bosque los ciclistas y caballistas, por no mencionar a los escaladores, que equiparon numerosas vías de escalada durante la primera parte del siglo XX. Estas, a su vez, atrajeron a pioneros del montañismo y escaladores de fama internacional (Casella, Prestat, Wehrlin, etc.), que vinieron a entrenarse como preparación para sus intentos de conquistar las cimas del Himalaya.

Fue en este periodo cuando el visionario Claude François Denecourt, embelesado por la belleza del bosque, inventó el turismo de naturaleza. En 1842, creó las primeras rutas de senderismo balizadas del mundo, los llamados sentiers bleus o «senderos azules». Su trabajó lo continuó su discípulo, Colinet. Juntos, crearon rutas con un recorrido total de 150 kilómetros.

El bosque, que hasta entonces era considerado un entorno inhóspito, se convirtió en un destino muy popular para los aficionados a pasear gracias a la llegada del ferrocarril y a la publicación de las primeras guías de senderismo, escritas por el propio Denecourt (1839). Había nacido el turismo de naturaleza, que, desde Fontainebleau, se popularizó por toda Francia.

A medida que aumentaba la urbanización y la disponibilidad de medios de transporte y de tiempo libre, la gente de la ciudad descubrió el lugar y se enamoró inmediatamente de él. Fontainebleau se convirtió en un espacio sumamente popular para los habitantes del área metropolitana de París, que los domingos salían a pasear y a hacer deporte y otras actividades de ocio en él. En el bosque pueden explorarse más de 1500 kilómetros de senderos, 400 de ellos balizados, y cerca de 200 vías de escalada (las mundialmente famosas «rocas de Fontainebleau»), todo ello accesible al público. Esta importante dimensión social ha dado lugar a un incremento masivo de la afluencia de visitantes (9 millones ya en los años 70).

El bosque, hoy en día: un entorno productivo, de ocio y de conservación
El bosque, hoy en día: un entorno productivo, de ocio y de conservación

El bosque de Fontainebleau sigue dando 40.000 m3 de madera al año. Como materia prima o como combustible, la madera es parte de nuestra vida cotidiana. Las numerosas especies presentes en Fontainebleau, con sus diferentes características, calidades, tipos de grano, colores y texturas, son aptas para una gran variedad de fines. Desde las más nobles a las más ordinarias, todas se utilizan para los más diversos ámbitos, desde la construcción a trabajos de restauración, muebles, estructuras de almacenaje, materiales de escritura y combustible. La madera es una excelente trampa de carbono, así como un material natural, renovable y respetuoso con el medio ambiente. Es una alternativa sostenible a los combustibles fósiles y el hormigón.

Por todo esto, cabe decir que el de Fontainebleau es un bosque como ningún otro. Se trata de un lugar emblemático, con un rico pasado y un patrimonio que hunde sus raíces en la historia del lugar, un patrimonio que hay que proteger pero que también debe quedar abierto a sus múltiples usos.

Desde la creación de las reservas de artistas en 1861 hasta el día de hoy, se han adoptado numerosas medidas de conservación para proteger estos espacios y mantener sus hábitats.

Hoy en día, el bosque está protegido por numerosas medidas legales y medioambientales. Disfruta de la condición de «bosque protegido», ha sido reconocido por la UNESCO como reserva de la biosfera, está integrado en la red Natura 2000 de la UE y, en el caso del bosque nacional, cuenta con documentos de planificación aprobados por los ministerios franceses de Medio Ambiente y Agricultura. Todas estas medidas garantizan la protección a largo plazo de la masa forestal y de sus maravillosos ecosistemas, su biodiversidad y sus paisajes, gracias, entre otras cosas, a la creación de las Reservas Biológicas Integrales (1062 hectáreas) y las Reservas Biológicas Gestionadas (1305 hectáreas).

La gestión de este extraordinario bosque plantea numerosos desafíos (sociales, económicos, paisajísticos, medioambientales) y ello requiere normas técnicas estrictas, gran profesionalidad, un diálogo continuo con los actores locales (representantes electos, asociaciones, científicos, autoridades gubernamentales locales) y unas formas de gobernanza adecuadas. Las tareas de gobernanza las desempeñan diversos comités estratégicos: el Comité Científico y de Usuarios, inherente al estatus de «bosque protegido» que ostenta Fontainebleau, el Comité Director del Bosque Excepcional y el Comité Director de Natura 2000. Otros comités de carácter más técnico facilitan una concertación activa entre las partes implicadas en el territorio que cubre el bosque.

Los diferentes deportes y actividades de ocio que se han practicados aquí desde hace décadas (senderismo, orientación, ciclismo, mountain bike, escalada, monta a caballo, golf, caza) son respetuosas con el medio ambiente y plenamente compatibles con él, gracias a los acuerdos y códigos de conducta promulgados por las asociaciones y federaciones deportivas en estrecha colaboración con la Oficina Nacional Forestal de Francia (ONF).

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